Dedos: Tabletas digitales en el aula
Antonio Rodriguez de las Heras
http://twitter.com/ARdelasH
‘Dedos: Tabletas digitales en el aula’ es un proyecto que ya ha conseguido en las semanas iniciales de su desarro- llo el primer resultado: la confirmación de que hasta ahora la tecnología no estaba madura para hacer que las TIC tuvieran una instalación satisfactoria en el aula y, en consecuencia, una intervención provechosa en los procesos educativos.
Ha habido un empeño, loable, por conseguir esta intervención con la tecnología que en ese momento se disponía. Pero la educación es muy exigente. Para otras muchas actividades de la sociedad era suficiente el nivel alcanzado, por lo que los beneficios y las profundas transformaciones no se hicieron esperar. Esto no sucedía con la educación: los avances eran muy discutibles.
Así que esto provocaba desorientación y divisiones de interpretación de lo que sucedía. La educación estaba en el andén para subir al tren TIC. Para unos el tren esperado no llegaba o los que pasaban no iban al destino deseado. De manera que se daban la vuelta y dejaban el andén. Eran recelosos del posible papel de las TIC en educación, y la frustración por el paso de trenes que no llevaban al destino proyectado servía de justificación para desentenderse o para criticar a los que se quedaban.
La desorientación hacía mella; por eso, algunos pensaban, incluso, que el tren había pasado ya y que no habían llegado a tiempo para subirse a él.
Hay que elogiar a aquellos que tuvieron el convencimiento de que estaba por llegar y que se mantuvieron en la primera fila del andén, muy atentos a todo lo que pasaba, pero sin precipitarse, confundidos por sus deseos, en tomar el tren que no era.
Parece ser –Dedos agudiza la vista para poderlo confirmar– que el tren que se aproxima es el que esperamos.
La seña de identificación es que las TIC en educación tienen que ser una prótesis. Esto quiere decir que la tecnología debe ser invisible, que apenas se note.
Las nuevas tabletas están basadas en el concepto de lámina. Se reducen prácticamente a una fina lámina y no hay componentes mecánicos que deba tocar quien la utiliza: teclas, botones, cables, cierres, bisagras, lápices... Esto proporciona consistencia. Si el instrumento que sea se muestra frágil, necesitado de especial atención y mantenimiento, obliga a estar pendiente de su conservación más allá del cuidado normal. Por tanto, no puede hacerse invisible; está reclamando nuestra atención.
Además de consistente, tiene que ser suficiente. Si es escaso en relación al número de usuarios, el procurar hacerse con él origina que esté más presente de lo conveniente.
Esta lámina tiene sentido y uso si se ve como un objeto más en el utillaje que lleva en la cartera un alumno. Por su tamaño y peso (la miniaturización es otro factor para la invisibilidad), se deja transportar y también manipular en la mesa con la comodidad de un cuaderno.
La miniaturización significa más potencia, más prestaciones, en relación al volumen del artefacto. La lámina es el resultado de la extrema miniaturización que ha conseguido la evolución de la computación desde los aparatosos ENIAC y Colossus. Aunque, si sólo se pudiera tocar lo que guarda bajo su superficie..., pero es que en la superficie tersa de la lámina se refleja la nube (Cloud Computing), que se hace alcanzable porque se puede entrar en ella rozando la superficie donde se refleja. Y ahí está la magia de este espejo. A pesar, pues, de su tamanño tan reducido, es capaz de abarcar toda una nube y que quede al alcance de los dedos.
Para el proyecto Dedos es fundamental igualmente la existencia de esa nube. Tarea que el CITA viene haciendo al crear las condiciones para que materiales, comunicación, aplicaciones y cualquier otro tipo de recursos se condensen y formen la nube. El servicio en modo cloud computing que desarrolla garantiza la antes citada condición de consistencia, ya que buena parte del funcionamiento de una actividad no reside en el artefacto que se tenga entre manos, sino en una plataforma, en una infraestructura de hardware y software ajena al alumno, al profesor y al centro.
Y la más importante exigencia para conseguir que sea una prótesis: la ergonomía. Si falla, hay un roce permanente entre el objeto y la persona que imposibilita que pase desapercibido. La manipulación complicada, el uso poco intuitivo son algunos de los fallos en la necesaria ergonomía.
El avance en la ergonomía es la más destacable aportación del concepto de lámina. Porque la lámina se comporta como si fuera de agua: basta un roce de los dedos para actuar sobre ella.
Ya no hay que pulsar, presionar, sujetar ni se interviene a través de un componente externo a la pantalla, que es en donde suceden las cosas, como el ratón, el trackball,
el trackpad, el teclado, el punzón... No se da, entonces, esta mediación disociadora. Los dedos rozan la pantalla y se produce la interacción.
Es sugestivo observar el cambio de relación con el instrumento. Ya no se presenta como una máquina, que hay que manipular, sino que puede reposar sobre la mesa o sostenida entre las manos y sin las intervenciones que asociamos con una maáquina para la que se necesita pulsar botones o mover palancas. Los dedos rozan la lámina. Y, de esa manera, afloran a la superficie las cosas, se escribe, se traza...
La observación de este cambio ergonómico es el siguiente paso que dará el proyecto Dedos.
Y después de la obligada atención a estos cambios, se abre un dilatado y profundo panorama para la exploración: la escritura para este medio de acceso a los contenidos se ve afectada (y estimulada) por la nueva relación, tan directa, del lector con las palabras, las imágenes... con todo lo que flota en la superficie. Por consiguiente, tenemos que ensayar otras formas de escritura que exploten las nuevas posibilidades.
Cuando se asiste a una actividad en el CEO Miguel Delibes de Macotera con alumnos de primaria y enseñanza obligatoria y se comprueba la rápida y provechosa incorporación de estos medios, se refuerza la idea de que esto sucede así porque no hay improvisación, ya que unos profesores y un centro han sabido estar a pie de andén, atentos a lo que pasaba, de manera que, cuando llega el tren que corresponde, están dispuestos. No han perdido el tiempo ni las oportunidades.
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